La palabra es la expresión que llega desde lo más recóndito de los pensamientos para liberar todo aquello que permanece callado.
Es un elemento intangible que se puede convertir en lo más destructivo para una sociedad o se podrá utilizar en la construcción de puentes, para acercar a las personas de manera conciliadora.
La palabra se convierte en el sonido más maravilloso cuando sale del corazón y como un Quijote soñador partirá en busca de las más bellas frases de amor, que puedan conquistar un corazón y hacer florecer a su paso las más hermosas sonrisas y ganar con su elocuencia admiración.
Sin dudas todas las palabras de amor fueron hechas sólo para aquellos valientes que fueran capaces de mirar a los ojos a una hermosa mujer y decirle todo aquello que se calla. Y que con el tiempo se va transformando en una espina que lastima en cada recuerdo porque formará parte del peor de los arrepentimientos, que fue negar lo mejor de nosotros a un sentimiento, que vivirá por siempre en aquel oscuro rincón de los recuerdos.
Las palabras pueden acariciar el suave cuerpo sin tocarlo, erizar el cuello de una mujer con el tenue susurro de la dulce voz que resplandecerá en la oscuridad donde se recostará sobre unos pechos palpitantes que preferirán cerrar los ojos para viajar por un momento a través de aquellas frases.
Incluso, esas las palabras maternales podrán ahuyentar los miedos de cualquier niño y convertirlo en ese súper héroe que siempre ha soñado y así enfrentarse a las adversidades de la vida con el aliento que todos necesitamos en los momentos difíciles.
Las palabras también definen a las personas porque ellas describen los pensamientos, las ideas y reflejan esos conocimientos que se fueron adquiriendo con los años, que servirán de andamiaje para esos jóvenes que están empezando a transitar los caminos que quizás hayamos pasado.
Me animaría a decir que las palabras tienen vida propia porque ellas por si solas se escapan constantemente de las gargantas, pues no pueden quedarse calladas ante la injusticia o una angustia y querrán contar sus historias que merecen ser rescatadas de las manos del silencio, que con el tiempo las convertirán en olvido.
Hay palabras que al recordarlas se transforman en una caricia para el alma y están presente siempre en los momentos difíciles de la vida. Ellas serán el aliciente que alivien por un momento algunas crisis que puede vivir toda persona. En ellas se mantendrán presentes los consejos de un padre, algún lejano “te amo” y esa palabra de aliento que alguna vez nos ayudó a levantarnos.
Otras veces, las palabras fluirán a través de una copa de vino que develará nuestra verdad para no quedarse atragantada en el encierro de la soledad: ellas no pueden quedarse inmóviles, siempre buscarán una luz que les brinde el consuelo de la libertad.
Ellas viajan a través del aire como hojas que no pertenecen a nadie, mientras que las personas correrán tras ellas para atraparlas y guardarlas solamente para contemplarlas una y otra vez.
Muchas veces, las personas no toman en cuenta el poder de las palabras, si estas son pronunciadas impulsivamente y con mala intención pueden llegar a destruir la confianza y la autoestima de una persona. Es por ello que debemos buscar las mejores maneras de dirigirnos hacia los demás y sobre todo con aquellos con quienes mantenemos algunas diferencias, para no lastimarlos ni tampoco salir heridos.
Pero las palabras bien empleadas hablarán bien de quienes las trasmiten porque ellas podrán construir, guiar y ayudar.
Estas nacerán de los pensamientos y prevalecerán a la muerte, porque ellas guardarán una parte del espíritu y la conciencia de los hombres.
Por
Raúl Saucedo
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