Están los que creen en las casualidades y los que prefieren dar crédito a las causalidades para explicar un hecho. En este caso en particular, si dos atletas no hubieran estado en el lugar exacto, en el momento justo, probablemente se estaría hablando de otros dos ahogados.
El primer caso de esta parte del año fue el 22 de octubre, cerca del Pira Pytá. El verano todavía no empezó y recién hoy se abrirá al público el balneario El Brete, pero muchos eligen bañarse en el río en lugares no habilitados, sin tener en cuenta que desde más de una década, en esta zona el Paraná ya no es el mismo.
Matías Mauri (33) y Ariel Potschka (40), son dos amigos que entrenan juntos para competencias de triatlón. En una entrevista con PRIMERA EDICIÓN, comentaron que en la tarde del jueves hacían lo propio en sus bicicletas en la avenida costanera.
Luego de haber dado la enésima vuelta, estaban por dejar de pedalear porque aparentaba venirse una tormenta. Así iban dando “una más” cada vez. Cuando probablemente ya iban por la última, pasaron frente a la exestación de trenes y se preguntaron “¿que pasó allá?”.
Estaba estacionado un móvil policial y vieron un tumulto de gente que miraba hacia el río. Cuando dieron la vuelta hacia la mano de enfrente, levantaron la cabeza y vieron a dos personas que pedían ayuda desde el agua. “Se están ahogando”, dijo Matías.
Instintivamente, como un acto reflejo, porque entrenan duro en el agua y en tierra, espontáneamente reaccionaron para auxiliar a alguien que estaba en peligro. Se bajaron de las bicicletas y fueron hacia donde transcurrían los desesperantes segundos.
En el sitio estaban los policías con los “torpedos” en mano. Los amigos se sacaron los cascos, las remeras, literalmente les arrebataron los salvavidas a los oficiales y se tiraron al río.
Los jóvenes, que según se informó tenían 20 y 19 años, habían caminado por el muelle y se arrojaron con intenciones de ayudar a un perro.
Desde su punto más distante hay 100 metros hasta la costa. No tuvieron la suficiente resistencia y cuando ni siquiera habían completado la mitad de la distancia se vieron en problemas.
Matías comentó que Ariel llegó primero al que estaba más lejos, “porque él tenía el torpedo, y yo iba con el salvavidas redondo, al que lo tiraba hacia adelante y nadaba para acercarme cada vez más. Cuando lo alcancé le dije ‘quedate tranquilo y prendete’. Entonces lo remolqué hacia la costa. Volví al agua para ayudar a Ariel a sacar al otro chico, que era el que estaba más asustado”, detalló Matías.
“Lo hicimos por instinto, en ningún momento nos pusimos a pensar en eso. Era como si hubiéramos entrenado para prestar esa ayuda. Porque en las carreras de triatlón se hace lo que nosotros denominados ‘transición’, que es por ejemplo, correr en bicicleta y en un instante dejar ese medio para tirarse al agua. Eso fue lo que justamente hicimos con ese rescate”, destacó.
Por su parte Ariel contó que los chicos estaban “muy asustados”. “Cuando llegué al que estaba más lejos le hablé para tranquilizarlo. Le pregunté cuánto pesaba, para sacarlo de foco. Me dijo que 60, y ahí le expliqué que el torpedo aguantaba 180 kilos, que se agarrara y se quedara tranquilo”.
Explicó que en la pileta donde entrenan se relacionaron con guardavidas que van a hacer la revalidación del carnet, por lo que conocieron que cuando una persona se está ahogando y alguien se acerca a rescatarla, lo primero que hace es prenderse, poniendo en peligro inclusive al rescatista. “Por eso le dije que se agarrara del torpedo para poder sacarlo con tranquilidad del agua”.
Remarcó que si la Policía hubiera estado allí sin los instrumentos de salvataje hubiera sido muy complicado. “Me sorprendió gratamente que los tuvieran”, destacó Ariel.
“Si hubiesen pasado dos o tres minutos más, habría sido una tragedia” dijo Mauri. Los jóvenes fueron asistidos en la costa. Estaban exhaustos y apenas tenían fuerzas para dar las gracias a los que los salvaron.
Después que los policías les preguntaran sus datos y mientras llegaba una ambulancia, los amigos se calzaron los cascos y subieron a sus bicicletas para entrenar unos minutos más. En silencio hicieron unos 200 metros hasta que uno dijo aún sorprendido: –“Che, viste que loco lo que pasó”. “Sí, se iban a morir”, enfatizó el otro. Estaban preparados y pasaban por allí en el momento adecuado. Nada más, nada menos.