Los desafíos nos colocan frente a frente con uno de los aspectos de nosotros mismos que más nos cuesta aceptar: la vulnerabilidad. Y sin embargo en ella radica nuestro poder.
Ampliar perspectivas es con lo que trabajamos en mediación, hoy los invito a expandir la percepción que tenemos respecto a la vulnerabilidad, a eso que nos da vergüenza de nosotros mismos, eso que nos genera temor de no ser suficientemente buenos, aplicados, de no poder estar a la altura.
Los invito a considerar la posibilidad de vivir el fracaso no como una debilidad sino como el camino de encuentro con el coraje, el compromiso, las relaciones significativas y el sentido de la propia valía.
Dejemos atrás el “¿qué dirán?”. Aprender a ser vulnerables, nos permitirá reencuadrar la realidad desde un ángulo diferente: construyendo y eligiendo de a poco nuestro futuro desde la presencia en el ahora.
Permitirnos ser vulnerables, es un paso a la libertad. Entender y aceptar esa parte herida de nosotros, que requiere ser atendida nos libera de negarla y encubrirla.
Los vínculos y la conexión con otro ser humano, es lo que da sentido a nuestras vidas, podríamos decir que esta capacidad de sentirnos conectados con los demás es nuestra razón de ser. Ahora bien, esta vulnerabilidad que sustenta la vergüenza, no es más que el temor a no merecer esa conexión.
Sin embargo, para poder conectar debemos mostrarnos como somos. Me llevó años entender esto, caminarlo y comprender que, a pesar de mi imperfección, debía tratarme con compasión y amabilidad. Es a partir de allí que podremos conectar mejor, desde la autenticidad.
¿Estamos dispuestos a dejar de lado lo que “pensamos que tenemos que ser” para “ser quiénes somos”? Ampliemos la perspectiva y en lugar de sentir vergüenza, veamos a la vulnerabilidad como nuestro punto de partida hacia la pertenencia y el amor.
Si continuamos temiendo nos sentiremos más vulnerables, lo que aumentará los miedos y nos hará más vulnerables aún, generando un ciclo peligroso, en el que se encuentra hoy gran parte de la sociedad que pretende adormecer sus angustias con comida, adicciones, alcohol, tabaco, entre otros.
Abracemos la incertidumbre, hagamos espacio para alojar la opinión del otro, y si nos equivocamos, digamos “lo siento” y estemos allí para solucionarlo. Tengamos fe en nuestra capacidad, permitamos que nos vean, amemos con el alma, vivamos agradecidos, dejemos de gritar y empecemos a escuchar. Todo esto es más fácil si comenzamos a tratarnos con compasión y amabilidad, primero a nosotros mismos.
Merecemos ser amados sin ocultar ninguna parte.
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Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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