Es más fácil, además de autoengaño, creer que el pensamiento mágico resolverá los problemas, algún milagro, algún suceso, el futuro, que tomar las riendas sobre el asunto. La idea es proponerte como un gran cambio para no cambiar nada.
Si hay pobres es porque no quieren trabajar; si hay ladrones es porque le gusta el dinero fácil. Hay que ponerlos presos. El crimen se resuelve con pena capital, mano dura, cárceles, disciplinar a los trabajadores, represión a los manifestantes, disolución de los sindicatos.
Si es progresista es corrupto, idealista y divagador. La idea de trabajar por el otro no les entra en al cabeza, no lo conciben. Con la meritocracia justifican su acumulación.
Es fácil ser de derecha cuando los medios de comunicación monopolizados repiten lo que les conviene; los opositores pasan a ser los culpables de todo lo malo y los estados que ponen límites al mercado los muestran como tiranías y la gente los empieza a mirar con desprecio.
Es más fácil asumir el instinto atávico de manada que poner en consideración las ideas y el rumbo a seguir. Bolsonaro, en Brasil, es un claro ejemplo de regresión al pasado, del miedo a la propia libertad, de la necesidad de autoridad frente a los vertiginosos cambios de la tecnología que cuestionan la hegemonía cultural y parecieran asfixiar en una antinomia, cuando es mayor oxígeno el resultado.
La derecha acepta las desigualdades sociales como algo natural, normal, e incluso deseable. Es fácil aceptar el statu quo cuando se vive bien, cuando se tiene capacidad de ahorro, dinero offshore como empresas, no necesitas hacer cálculos para ver si podes pagar la luz, el agua o el gas; ni hablar de los remedios.
La izquierda en cambio persigue fines de igualdad y justicia social. Los caminos son lentos, de largo plazo, con una gran inversión en educación, por lo que terminan perdiendo credibilidad. Pocas veces pueden demostrar el fruto de sus obras; generalmente lo cosecha otro y suele ser el de derecha.
Es fácil ser individualista cuando creciste en una cultura con recursos; la herencia te permite creer en tu esfuerzo, pensar las garantías constitucionales sólo para garantizar la tierra y la propiedad privada como algo inherente a tu personalidad; pero sí otros no tienen tierra, techo o trabajo es porque son vagos atorrantes. Las garantías para los otros se disuelven en la letra chica de la ley.
Lo difícil es administrar lo público como si fuese tuyo, poner el esfuerzo para hacerlo crecer… Se requiere altruismo, pensar en el bien común, en el bienestar general y para esto hay que tener un mínimo de ética, de generosidad, de humanismo, de sentido común.
Es fácil pagar intereses de deuda, al FMI, a los fondos buitres, con el dolor y sudor del pueblo, exigirles sacrificios, imponiendo cargas insoportables, y luego ni siquiera mover un dedo para ayudarlos a que las lleven. Hablan de amor y alegría y su interior está lleno de megalomanía y egoísmo; gustan ocupar los primeros puestos y no son capaces de ir al paso del más lento. Gobernar es preocuparse por el que queda atrás.
Es fácil ser de derecha cuando sos dueño del capital; creer que los beneficios se derramaran a los más pobres. Sin distribución no hay derrame.
La derecha es la excusa para no perder los privilegios, como su etimología monárquica. La izquierda propone la intervención estatal, la propiedad pública de ciertas actividades económicas que generan retornos y bienestar a la gran mayoría; como lo fue YPF, Papel Prensa, Arsat, Atucha etc.
Es fácil ser de derecha, conservar los tradicionalismos aceptados por la gran mayoría, celosos del orden y timoratos del caos frente a las reformas sociales que siempre cuestan tiempo, discusiones, renuncias, esfuerzo mancomunado, cooperación y cooperativismo. Son tildados de rebeldes fanáticos que hay que reprimir.
Es fácil pensar como la derecha con una profesión que te la dio la universidad pública, olvidando que fue gracias al esfuerzo de todos; o jubilarse y no querer que otros puedan hacerlo.
Es fácil hablar favorablemente de la riqueza a través de la libre competitividad; el libre mercado. Es como hablar de la libre circulación de los automóviles donde la gente de a pie los tiene que ir esquivando; o lo mismo que soltar en una pecera a mojarras con pirañas y decir que hay igualdad de oportunidades para todos.
Pablo Martín Gallero
Puerto Rico (Misiones)