Allá por 1971 Federico Plocher se propuso recuperar cuanto objeto sea capaz de contar la historia de Montecarlo, de la región y, por qué no, del país. Tarea que hoy lleva a cabo con las mismas ganas, a pesar de sus 87 años, y que le permite además narrar las más variadas anécdotas a quienes visitan su museo, “Huellas del pasado”, en Ayacucho casi avenida El Libertador de la Capital Nacional de la Orquídea, sin dejar de lado su pasión por la escritura.
“No tengo límites para juntar”, confesó mientras invitaba a recorrer el lugar donde es posible encontrar desde un pequeño frasco de perfume con más de cinco décadas hasta un equipo de radio que supo servir como única forma de comunicación con la capital provincial. “Se juntan cosas muy interesantes, durante algún tiempo me dediqué a coleccionar paquetes de yerba, recorría la provincia, salía los domingos a buscar las distintas marcas, también me enviaban algunas, como uno de Boca y uno de River”, contó.
En unos 95 metros cuadrados de planchas de telgopol exhibe fotografías de todos los tiempos, 45 están en exposición y otro tanto apilado, por falta de espacio, de cada institución que supo ser parte de la sociedad montecarlense. También hay un espacio jesuita, donde en objetos y láminas Plocher cuenta esa parte de la historia de la región, pensado especialmente para los chicos de las escuelas.
“La mayoría de las cosas son chucherías, pero son muy interesantes, como un Mimeógrafo”, llamado también a veces ciclostil, es un instrumento utilizado para hacer copias de papel escrito en grandes cantidades, inventada a fines del siglo XIX, o mapas antiguos, como el que da cuenta de que Argentina supo tener una “provincia” más, el Territorio Nacional de Los Andes, división territorial que existió entre 1900 y 1943, ubicada casi totalmente en la Puna de Atacama, cuya escasísima población humana que se contabilizó fue uno de los principales motivos para que, por el decreto, el Gobierno nacional optara por disolverla e incorporar su territorio a Salta, Jujuy y Catamarca; o uno con la primera mensura de Montecarlo.
“Comencé cuando vivían muchos de los antiguos pobladores, los visitaba en sus chacras, iba de una a otra buscando datos, así publiqué un libro con 2 mil apellidos de nacidos y fallecidos en Montecarlo”, reconoció y añadió que “muchas otras cosas las fui juntando porque la gente no tenía interés, los inmigrantes no tiraban como hoy, ponían un clavo y colgaban en el galpón de tabaco, pero después vinieron los hijos, no gustaban de la chacra, entonces desmantelaban los galpones, con hermosos techos, y sacaban todo afuera, me avisaban que si quería buscar y muchas fueron las veces que volví con el coche lleno de objetos polvorientos que me llevaban toda la semana para acondicionar”.
Una de las paredes del lugar sirve de vidriera de “instrumentos que quedaron obsoletos, que si bien no mantienen su sonido, hablan de lo que significó la música hace algunas décadas”, sin embargo un objeto muy llamativo es una pianola, una pieza que se añadía al piano y hacía sonar la música de forma mecánica, contenida en un soporte codificado, que acciona el sistema neumático del instrumento.
También hay grandes objetos, como una prensa para uva, una sierra para cortar tablas, una incubadora de huevos, una cama que el gobierno supo entregar con la leyenda Eva Perón, o la camilla de operaciones y de parto del médico que supo ocuparse de la salud de los vecinos de Montecarlo allá por la década del 40.
Además, como anexo, conformó el mini parque “Recuerdos Históricos”, se trata de un espacio que expone objetos de mayor tamaño, con el fin de comprender cómo vivieron los primeros habitantes de esta localidad misionera.
Es imposible contarlo todo, pues el museo cuenta con miles de piezas que van desde indumentaria que se utilizaba en época de colonia hasta herramientas para trabajar el campo. Sin dejar de lado el rincón guaraní, donde se destacan restos de vasijas que eran utilizados por los aborígenes para enterrar a sus fallecidos y fotos de distintos acontecimientos que marcaron la historia.
Pasión por la historia
Casi “hiperactivo”, Plocher va de un rincón a otro por los pequeños espacio que las estanterías le permitieron dejar, es que en cada detalle hay algo que contar, pero entonces recuerda su otra faceta, la de escritor, editó ya dos volúmenes del libro “Huellas del Pasado”, en los que cuenta historias de los pioneros y la creación de instituciones locales, y trabaja en una tercera, con más de 400 páginas, entonces regresa al escritorio, abarrotado de carpetas, “tengo más de 200”, aseguró.
Y allí están los datos que supo entregarle el historiador obereño José Lindström, que incluye “hasta un librito de un estudio que hicieron en Misiones para instalar el ferrocarril”, confesó.
“Todas estas cosas tienen mucho valor para mí”, reflexionó.