Autor: Waldemar von Hof
Mamá me despertó a los gritos aquella madrugada, no entendí lo que pasaba, alcancé a ponerme el pantalón corto que estaba en la punta de mi cama y las sandalias de plástico. Con fuerzas puso la linterna encendida en mis manos pidiendo que le alumbrara. Salió corriendo de la casa internándose en la oscuridad. A los saltos se metió al galpón, donde teníamos el maíz para las vacas, encerrados los chanchos y el corral para las gallinas. De un solo envión abrió el chiquero y los chanchos aterrorizados salieron al patio perdiéndose en la sombra de la noche.
Con la tenue luz de mi linterna desató los alambres que sujetaban el portón del gallinero, lo abrió de par en par y de un empujón desenganchó la desvencijada ventana de madera. Con una velocidad inusitada comenzó a lanzar una a una las gallinas por la ventana. Me dio la caja que traía y me pidió que juntara los pollitos de la clueca negra, que piaban aterrorizados correteando por la oscuridad.
Al sentir las punzantes y ácidas mordeduras subiéndome los pies me percaté de la tragedia. ¡Corrección! y ya sentía las hormigas en mis muslos y entre mis piernas. El terror y la desesperación subió por mi cuerpo y la imagen de una persona transformada en calavera, del cuento de Quiroga, se me hizo viva en la mente.
Sin respirar junté uno a uno los pollitos y volvimos corriendo a la casa. Delante de la cocina a leña deshormigamos cada pollito y los lavamos con agua tibia y vinagre para dejarlos en una caja debajo de la cocina. Lentamente el corazón se me volvió al cuerpo, tuvimos que despojarnos de toda la ropa. Mamá volvió varias veces al galpón trayendo siempre algún pollito ennegrecido que me lo dejaba en el regazo y yo comenzaba la lucha con cada uno de los ácidos animalejos.
A la otra mañana dos de los nueve pollitos, que habíamos rescatado de la bandada de corrección, habían muerto. En la caja quedaba una que otra hormiga dando vueltas. El resto estaba muerto o había huido.
Atiné ir al galpón, los chanchos estaban en el potrero hundidos en el barro de la vertiente refrescándose la roja piel y la terrible fiebre que les produjo la picazón.
Al entrar al gallinero no pude salir del terrorífico susto que me produjo la imagen en una de las esquinas. Con los ojos vacíos, el pico abierto y sanguinolento, la cresta hinchada y supurando acuosa sangre, estaba la clueca roja que había resistido el embate, permaneciendo sobre sus huevos que estaba empollando. Algunas hormigas salían tambaleando ebrias de orgiástica sangre de los orificios nasales, cayendo al suelo y caminando sin rumbo fijo.
El núcleo de hormigas había desaparecido, quedaban en el gallinero cáscaras de cucarachas, el cadáver de una gallina más y en la esquina un ratón todavía crispado de hormigas, con algunos huesos a la vista. Mis piernas todavía rojas, estaban llenas de puntos, de los que supuraba pus.
El autor
Waldemar Oscar von Hof nació el 9 de mayo de 1958 en Montecarlo. Su escuela primaria la hizo en el Colegio de Monjas, Madre Teresa Michel de Montecarlo, que lo desafió a leer, en su escuela secundaria entre los Padres Salesianos, en el Colegio Gentilini, (San José, Misiones) aprendió a escribir.
A nivel universitario obtuvo la Licenciatura en Teología, realizando luego una maestría en liturgia. Ha participado de varios concursos literarios recibiendo menciones en la Antología de Oro y Plata de la Subsecretaría de Cultura de la provincia de Misiones 2015 y 2016. Editó “Siesta en el río de los Pájaros”. Recibió menciones en “Palabras que brillan”, en las ediciones 2015 y 2016. Obtuvo una mención en el Concurso de Cuentos del Rito del Mate convocado por la Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones con el cuento “Ojos azules, negros y verdes”.
Recientemente presentó el libro “De letras chicas & Anotaciones al margen”. Vive en Alem, donde sus actividades actuales transcurren entre ser pastor de una iglesia, escribir y hacer cerveza como uno de sus hobbies preferidos.