Inicialmente nosotros sacamos todo de los otros, hasta que nos volvemos independientes, aunque nunca totalmente, siempre necesitamos una idea previa, un gesto de aprobación, un apoyo económico, una visita, una llamada, un aliento, una evaluación, un “Sí” o un “No”.
Deberíamos tener en cuenta y reconocer nuestra deuda, con aquellos seres que pensaron en nosotros y quisieron nuestro progreso, en aquellos que con sus aportes contribuyeron a nuestro crecimiento, y en los cientos de miles que pensaron ideas que ayudaron a darle significado a nuestros pensamientos.
Nuestras ideas y pensamientos son el tesoro más importante que tenemos, dando sustento permanente a nuestro accionar, y fuimos diagramados por una enormidad de seres, la mayoría desconocidos.
De tanto recibir en nuestros primeros años de vida, la mayoría de nosotros sigue viviendo con la idea de que debemos seguir recibiendo regalos y ser el centro de la atención de por vida, idea está muy favorecida por la propaganda e ideología de nuestra sociedad occidental.
Son escasos los que luchando contra la corriente deciden “devolver” un poco de lo que les fue dado, nos apoyamos sobre otros hombros para caminar, y no debemos mezquinar los nuestros para que se apoyen otros en sus primeros pasos.
La gran pregunta es ¿Qué hacemos para ayudar a otros?, ¿Cómo ofrecemos nuestros hombros para que otros se apoyen y puedan empezar a caminar?
Quienes deseen ayudar tienen un lugar en África para visitar desplegando su altruismo y solidaridad, un ejemplo es el gran médico Albert Schweitzer en Lambareé, ahora Gabón en África Central, que inspiró a muchos.
Lo mejor es “hacer el bien con una mano sin que se entere la otra”, es decir despojarnos de toda vanidad de querer hacer “turismo bondad”, sólo con la intención de mostrarnos frente a la comunidad buenos y generosos.
Por eso, para ayudar no es necesario irse tan lejos, si soñamos con la oportunidad de ayudar a otros seguro veremos todos los días aparecer frente a nosotros la ocasión de hacerlo.
Un vecino, un amigo, un desconocido, un anciano, un niño, una mujer, etc. son múltiples las formas en que se nos pueden presentar estas oportunidades, no hace falta viajar tanto como misionero.
El Vaticano por orden del papa Francisco a partir de febrero del 2015 ofrecerá cortes de cabello, afeitadas y duchas gratis a indigentes de Roma en la Plaza de San Pedro, debido al aporte desinteresado de barberos, peluqueros, donantes.
Las oportunidades aparecen a cada paso, solo que no debemos dejarlas pasar de lado, en el año 2015 según Naciones Unidas hubo en el mundo 62 millones de chicos en riesgo por situaciones de violencia, hambre, enfermedad y abuso, cifra que sin duda se repite actualmente.
Uno de cada diez niños del mundo viven en países afectados por conflictos armados, y en Argentina todavía se mueren chicos por desnutrición, afectando mayormente a las minorías indígenas.
Nos preocupamos por las injusticias de China donde existen un millón de personas, muchos jóvenes con títulos y trabajadores inmigrantes, que habitan bajo tierra en 6.000 refugios antiaéreos excavados bajo las casas de Pekín debido a alquileres impagables y abusivos, estos seres son llamados “las hormigas” o “la tribu de las ratas”.
No hay que ir tan lejos para descubrir gente que vive cerca de nosotros en la indigencia, y necesita ayuda.
Usamos animales que comparten nuestros sentimientos altruistas, para ayudarnos en tareas de ayuda como los perros rescatistas, viendo que ellos también sufren, ya que estos perros luego de un día de trabajo en un derrumbe donde solo se encontraron cadáveres, antes de finalizar la jornada, se hace un simulacro para que los canes encuentren a una persona con vida, así no se deprimen.
También al ayudar tenemos que luchar con nuestros “prejuicios”, ellos nos susurran al oído, ¡Y seguro que le das plata a este para que se lo gaste en cigarrillos y vino!, o ¡A estos chicos los manda a pedir el padre y el está rascándose el coto!, o ¡Porque no se bañará, huele mal, me va a contagiar los piojos!, o ¡Esta está fumando y porque no se compra un litro de leche!
Nuestros prejuicios nos hacen ver temerosos, débiles, egoístas y vergonzosos, porque nos hacen pensar que nos verán como “blanditos”, mientras estamos haciendo una obra de bien.
Los prejuicios nos dan los argumentos necesarios para no hacer lo que nuestro interior “noble” nos aconseja hacer, los prejuicios nos hacen quedar bien con nosotros mismos y mal con el resto, nos quitan la posibilidad de brindar una ayuda y encima nos consuela por no hacerlo.
Si hasta nuestros prejuicios nos hacen mentir haciéndonos decir “no tengo” con la billetera llena, o “No puedo, no me alcanza” con el último modelo estacionado afuera, o “estoy apurado” sólo porque tengo que ir a tomar un café, o “mañana ven” sabiendo que tenemos que viajar y no estaremos, o “estoy ocupado” sólo porque tengo que ir a comprar cigarrillos.
Nuestro enfoque se equivoca muchas veces señalándonos hacia nosotros mismos, es como una mira láser oculta en un bolsillo, no sirve para nada, debemos cambiar nuestro enfoque y alinearlo hacia el otro.
Entendamos que existe una desnutrición peor que la causada por falta de alimentos, y es la desnutrición producto de la falta de amor por el prójimo.
Además comprendamos que el primero que se beneficia cuando ayudamos, es uno mismo, nos ayuda a desprendernos de la gran carga que es nuestro egoísmo y lo malsano que poseemos.
Debemos hacer bien a nuestro prójimo y este es el que necesita mi servicio, ayudar “NO” es una vocación que está relacionada a lo religioso, es un mandato Divino para todos.
Colaboración:
Bazán J. L. – Médico
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