La monotonía en el malestar personal y laboral, no tenía ánimos para continuar. Sentía dolores generalizados que cada vez se agravaban más.
Hablamos sobre cómo era su entorno, con quiénes compartía su hogar, me dijo que su familia estaba compuesta por tres hijos de 13, 15 y 16 años y su esposo.
¿Cómo era su día?
Se levantaba y preparaba el desayuno para su familia, ella picaba parada algo mientras dejaba los preparativos para el almuerzo y todo lo demás para la jornada. Su familia no se sentaba a desayunar. Siempre había poco tiempo y eterno disgusto, ella pensaba: “Seguramente el mal humor desaparecería al llegar al colegio”. Su esposo podía estar como no, ya que tampoco aportaba mucho ni en ayuda con los chicos.
Muchas veces se preguntaba y encontraba soñando dónde estaría si hubiera elegido otro camino. Fantaseaba con otro presente basado en la decisión que tomó hacía 19 años al casarse. Pero rápidamente seguía con sus rutinas y otra vez el pensamiento: “y bueno ya está, las cosas son así”.
Este pensamiento iba acompañado de intensos dolores en la espalda y en el cuello.
¿Qué estaba pasando en su hogar? ¿Qué sucedía con su entorno, con ella? El cansancio se mezclaba con la angustia del hecho de tolerar, solo vivir para seguir y cada miembro de iba a sus actividades.
Se despedían con un terrible malhumor. Al llegar a su trabajo compartía la rutina de atención al público. No salía con amigas y prácticamente su vida social era charlar a veces con familiares, amigos de sus hijos y su esposo.
Llegaba destruida al final del día y se recuperaba de manera insuficiente. Pedí un chequeo clínico donde detectamos índices hormonales con insignificantes valores que corregir, que no denotaban para nada el estado general ni los síntomas tan intensos de dolores. Esperé para medicarla con hormonas por eso y le propuse esperar 4 meses con medidas generales en nutrición y otros, antes de medicar.
Comenzamos con ella un seguimiento de coaching, metas y proyectos: redescubrirse. Charlamos mucho de sus sueños y proyectos de cuando tenía 25 y 30 años. De lo que había quedado en el tintero en estos 19 años en los que había elegido ser esposa y madre, pero sin darse cuenta se había descuidado como ser humano, como mujer.
Ella estaba bien con lo que había construido y no deseaba cambiarlo. Amaba a su familia, pero no lograba disfrutarla. Ella no estaba bien consigo misma, con lo que deseaba. Se sentía descuidada, no valorada.
* La semana próxima les contaré más sobre esta historia que quizás te resuene en tu vida. ¡Feliz y bendecido domingo queridos lectores!
Colabora Marcela Campias
Médica. Clínica.
Especialista en Medicina Orthomolecular. CIMO
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